jueves, 5 de junio de 2014

Los mallorquines, más europeos que Merkel

El Arxiduc, o lo que es lo mismo Luis Salvador de Austria-Toscana, describió el carácter de los mallorquines en su obra Die Balearen. Estos son algunos de los calificativos que utilizó:
"Carácter afable y tranquilo. Hombres y mujeres se distinguen por su manera de ser alegre, abierta y comunicativa. Son respetuosos con sus superiores y saben mostrarse agradecidos.
Su innata bonhomía los hace solidarios del prójimo menos afortunado. Se los tiene por amigos fieles... se distinguen por su hospitalidad... Todo forastero, aun siendo un perfecto desconocido, representa para ellos un invitado bien recibido al que no se cansarían de colmar de atenciones... Otro rasgo no menos característico del mallorquín: el amor que siente por su patria chica... la isla se les antoja lo mejor y más bello del mundo. Fuera de la isla lo echan en falta, lo enyoren, como dicen en su lengua... Carecen de ese carácter fogoso tan típico de otros pueblos del sur; pero se distinguen por su buen sentido común, y por su buena dosis de ingenuidad".

Han pasado casi 150 años desde que el Arxiduc, un hombre que hizo de Europa su patria, escribiera estas consideraciones. Hoy es día de elecciones en la Unión en la que nos hemos integrado. En este siglo y medio nos hemos convertido, además, en tierra de acogida. Resulta imprescindible actualizar el retrato archiducal y decimonónico de los mallorquines de acuerdo con los nuevos condicionantes del siglo XXI. La pregunta es, ¿cómo somos los mallorquines de hoy en comparación con el resto de eurociudadanos?

Como los alemanes, hemos aceptado a gentes de medio mundo que han venido a echar una mano en la creación de riqueza para recibir una parte, a veces la mayor, de ella. Muchos han actuado de buena fe, pero aquí incluso hemos aceptado, cuando no bendecido, a quienes nos desprecian y/o saquean.

Se nota que somos europeos en que, como los italianos, hacemos la vista gorda ante la corrupción. Ellos han votado a Silvio Berlusconi escándalo tras escándalo. Nosotros hemos respaldado con nuestros votos y sobreviven gracias a ellos a políticos tan manchados por la corrupción que no los limpia ni el sabó fluix.

Como los suecos, somos fríos como un témpano de hielo. Nuestras emociones se encierran bajo siete llaves y solo transpiran a través de la palabra mágica: Tanmateix.

Algunos nos comparan con los británicos, isleños como nosotros. Dicen que somos poco comunicativos y poco abiertos a otras culturas. El Arxiduc ya desmintió este tópico y ferias de abril, de la cerveza o de la pilarica demuestran que sigue teniendo razón. Somos europeos porque, como los irlandeses, damos más genios del arte por mil habitantes –ya habría que añadir el deporte, aunque este año la cosa flaquee un poco– que la mayoría de las regiones del planeta. Barceló, Zapata, Nadal, Lorenzo, Rudy o Alba Torrens son algunos ejemplos

Como los luxemburgueses, conservamos nuestro dinero sin hacer ostentación de él y somos creativos para el negocio (algunos más que otros). Como a los franceses, nos gusta la comida, aunque sin sus artificios. Preferimos una quelita con sobrasada antes que un Carpaccio al aroma de cerezas con un toque de cilantro en copa perfumada con espuma de mar.

Somos como los griegos. Disfrutamos más de una conversación bajo una higuera que del mayor espectáculo del mundo. Como les ocurre a los portugueses, incluso en la mejor de las situaciones mantenemos un cierto aire fatalista, aunque nos falte el fado. Esta temporada los hoteleros han ganado mil millones, pero... Nadal ha ganado diez torneos, pero ha perdido...
Somos europeos como los eslovenos... ¿Cómo diablos serán los eslovenos?

Somos tan de Europa que nuestra supervivencia está ligada al continente. Hasta hemos vendido media isla al resto de naciones. El dilema es si Europa es capaz de avanzar hacia la Unión en la misma medida en que lo hemos hecho los mallorquines o será una Europa a lo Merkel, incapaz de pasar sus vacaciones más allá del Festival de Bayreuth.

via* diariodemallorca

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